Cesar Ruíz «Scheitan».

Cuando menos lo esperaba, la veterana banda alemana EminenZ regresa tras 10 años de silencio con «Diabolical Warfare», su séptimo larga duración. Banda con nada menos que 33 años de historia, que respeto enormemente y que me parece define los valores del underground extremo a la perfección, pero que pecó y sigue pecando de llegar un minuto tarde a todas sus citas habiendo tenido siempre el viento a favor además de un injustificado inconformismo. Lastrados por presumir de ser la primera banda alemana de black metal a pesar de reconocer que no se ajustaban al estilo. Los mismos que presumían de haber tocado con la formación mítica de Mayhem en 1990, pero que a su vez querían sonar vanguardistas.

Un gataflorismo que provocó el fracaso estrepitoso de sus infumables dos primeros álbumes sonando a clásicos como Celtic Frost, Coroner o Autopsy escudándose en un poderoso teclado, dando un acertado giro posteriormente al sinfónico en los buenos «Anti-Genesis» y el mejor «The Blackest Dimensión», cuando asentaron alguna seña de identidad además de una gigantesca cruz invertida en su logo, pero ya con Dimmu Borgir o los legendarios Limbonic Art en la palestra, llegaban tarde. Probaron con la épica en su álbum homónimo de 2007, otro pinchazo, ya había muchas bandas sonando así, y se despedían (o eso pensaba yo) por todo lo alto con el buen «Nemesis Noctura», donde demostraban haber aprendido algo, o al menos sonar a si mismos, sin encasillarse, sacando su mejor black, death y thrash en clave brasa satanista sin postureos, como ellos sabían hacer.

Y ahora llega este inesperado «Diabolical Warfare», para el que Leviathan y Darkman recuperan al teclista original, Lorenzo, con el que consiguen regresar, en la primera mitad del disco, al sonido de esa segunda etapa maravillosa en temas como «Something Beyond» o «Diabolical Warfare». El ritualismo esperado de lo mejor de su primera etapa en los buenos «Lucifer’s Awakening» o «The First Renegade», demostrando que aún saben jugar a diferentes velocidades en ambientaciones espectaculares. Los cuatro primeros temas de ocho, que bien merecen ya el disco, que repentinamente desvaria en giros estilísticos que no deberían extrañarnos de EminenZ, pero que llaman la atención por su incongruencia e incluso cierta pobreza compositiva. La blackened thrash «The Myth of Non Existence» no consigue enganchar, y menos viniendo precedida de «Replica Satani», un pastiche gótico-industrial entre Rammstein y Samael donde se salva solo la intro. O «Frozen Shadows», que peca de excesivo y repetitivo groove. Quizás se salve de la segunda mitad del disco, el cierre con «Doom Dominator», tema con un ganchazo de escándalo, del que sigo pensando que es una versión de otra banda. El típico tema ya oído con un estribillo que contagia al instante.

Nadie se podrá quejar del regreso de EminenZ, abuelos del under extremo europeo, que presenta un buen disco con elementos clásicos en ellos como la ambientación tenebrosa mediante intros sabiamente integradas a los temas en esta ocasión, ricas atmósferas donde brilla el portentoso teclado y el atrevimiento en los solos de Black Abyss, y la riqueza multiestilistica dentro de un concepto al que llevan siendo fieles desde hace más de treinta años. Pero también un disco que deja la sensación de estar confeccionado a base de retales y con falta de remate, con dos partes muy diferenciadas, producto quizás de esa indecisión que persigue a esta banda desde sus inicios, esa banda que tocó en Leipzig junto a los Mayhem de Dead y Euronymous en 1990 y que se niega a que les etiqueten dentro del black metal .
