
Redactor Lord Alberto Monreal.
Ni más ni menos que más de 27 años han pasado desde el primer concierto de Fear Factory en Madrid en 1996 en la mítica sala Canciller, 30 años de pistones grasientos, de taladradoras mecánicas generando agujeros en las calaveras, de ciencia ficción pesimista y deshumanizada, una ejecución post industrial que ha pasado por muy diversas etapas, desde la electrónica, al nü metal, industrial y por supuesto pasando por todos los latigazos hardcore del metal más extremo. Muchos vimos con cierto recelo la incorporación de elementos de la banda de ciertos manierismos de la música alternativa norteamericana, pero al final, Fear Factory ha sabido rectificar y su legado habla como ninguno lo que es el vivir en una sociedad extremadamente mecanizada y agobiante. No es casualidad que en todos sus conciertos emerja, como un exoesqueleto entre cráneos humanos, la banda sonora de Terminator, pues el legado de Fear Factory sería la banda sonora ideal para la rebelión humana contra la inteligencia artificial Skynet, es la música que me pondría yo si estuviera en las trincheras luchando junto a John Connor, contra los T-800 y los T-1000 de los amenazantes robots exterminadores. Y de hecho Fear Factory convierte sus conciertos en una trinchera de resistencia ante la amenaza industrial que surge entre el escenario, decorada profusamente con columnas vertebradas y cerebros humanos, expuestos como trofeos.
Fear Factory empezó a taladrar cráneos humanos a principios de los excitantes años 90. Músicos excelentes venidos de la música electrónica empezaron a meter guitarras en sus discos, y grupos de la escena metal empezaron a interesarse en la música electrónica, creando ambas fuerzas un vórtice cultural en el que surgió un crossover espectacular, con bandas yendo de una dirección a otra sin prejuicios y con muchas ganas de romper barreras. Grupos de EBM como Front 242, Ministry o Die Krupps empezaron a meter guitarras, y grupos de guitarras empezaron a meter música electrónica, como NIN, Rob Zombie, o Marylin Manson. Y uno de estos músicos venidos de la electrónica uno de los mejores productores de música electrónica, a mi parecer, el canadiense Rhys Fulber, proveniente del grupo de EBM canadiense Front Line Assembly, que apadrinó a Dino Cazares y compañía, publicando el impresionante trabajo Demanufacture, y ahí es cuando Fear Factory explotó como una maquina perfectamente engrasada, cuyo ratio de aplastamiento de cráneo por minuto no ha tenido todavía banda que la supere. Fueron momentos gloriosos.
Han sido muchos los cambios de la banda acaecidos desde entonces. Fear Factory se convirtió con el paso del tiempo en un objeto de codicia por parte de sus integrantes, con cambios en la formación, juicios, y luchas dialécticas entre los miembros originales de la formación, algunos más originales que otros. Al final, resumiendo bastante, el resultado ha sido el que un oportunista Dino Cazares compró la franquicia Fear Factory a un Burton C. Bell arruinado por un juicio que había ganado a los otros dos componentes originales de la banda, Raymond Herrera y Chistian Wolbers. Dino le prometió a Burton tomar todas las decisiones en conjunto, cosa que Burton C. Bell ha negado en un comunicado de marcha, quedándose desde el año 2020 que Dino Cazares incumplió su promesa, y que en el bunker Fear Factory Dino Cazares ha impuesto su dictadura, ante lo cuál ha preferido salir de la banda.
La primera decisión desde entonces para el orondo Cazares ha sido la de elegir un vocalista adecuado para el proyecto, fichando para tal responsabilidad al joven italiano Milo Silvestro, un niño prodigio fan de la banda, experto en Kung Fu, y músico desde los doce años. Milo toca varios instrumentos y tiene una voz prodigiosa. Según palabras de Dino Cazares, “el casting fue largo y exhaustivo, pero siempre volvíamos al semental italiano”. Así, a principios del 2023, Fear Factory traía un arriesgado debutante directamente a primera fila del Stardom, una apuesta muy arriesgada. También empiezan a publicar discos nuevos con el nuevo cantante, Re-Industralized, con reediciones de lujo de Mechanize incluidas.
Así pues la gira europea Disrup Tour es un punto importante en la banda, una presentación del nuevo cantante, y un nuevo comienzo para la banda, un reboot puesto a prueba por el exigente pero devoto público europeo. Para acompañar a Dino y al novato Silvestro tenemos también a los fieles escuderos Tony Campos y Peter Webber a la batería, toda una garantía en la sección rítmica de la apisonadora.

Pues bien, no pasaron más que dos canciones, “Shock” y un coreado “Edgecrusher”, para que Milo y el resto de la banda nos metiera en el bolsillo. Pero es que la tercera canción, “Recharger”, perteneciente al nuevo disco, no desentonaba absolutamente nada, seguía surgiendo fuego desde el escenario, dejando entrever el señor Silvestri una calidad de barítono para cantar en las partes melódicas absolutamente brutal, un torrente de voz que mezclaba perfecto con las partes más rasgadas y guturales de la canción. Pero mientras Milo cantaba como los ángeles, el súcubo industrial no paraba de moverse y de saltar, sonreía, daba las manos a las primeras filas, posaba para las fotos y hacia de todo y para todos en todas partes. El nuevo cantante de Fear Factory parece un T-1000 última generación, más líquido y letal que ese viejo T-800 que era Burton C. Bell. Esta es la nueva apuesta, y triunfadora del cerebro en la sombra, “Skynet Cazares”
Y ahora me pregunto, como lo hacía hacía mis adentros durante el concierto, sobre las muchas diatribas absurdas que nos asolan por las noches a los fans de bandas en apuros, con disputas irreconciliables entre sus integrantes. Me preguntaba por los prejuicios que tenemos hacía una serie de cosas, como el amor dedicado a los miembros originales, como si este fuera un titulo nobiliario con derecho de pernada eterno. El caso el que Burton C. Bell ya no estaba comprometido con la banda, una banda que le había succionado todo el dinero y hasta la sangre. Estaba hastiado, y junto al paso del tiempo y esa carcoma emocional que tenía en su interior, había conseguido contaminar al resto del grupo en un proyecto pesado y sin fuerza, tal y como demostró en la última gira que pasó por nuestro país hace unos años. Esa banda sin gaseosa no tenía nada que ver con la nueva versión que estábamos viendo ahora. Un “giovane di Roma”, fan de la banda, ha insuflado nueva sangre, aportando nueva energía a la banda, y lo que pasó por Madrid no era la banda original, era algo mejor. Hasta Dino Cazares se movía como una bailarina del Bolshoi por el escenario. Tony Campos también parecía rejuvenecido, parecía que tenía 18 años. Fue un desparrame de sesos y vísceras total.



Fueron cayendo como obuses atómicos varios de los temas más representativos de la banda, sobre todo basados en sus discos más exitosos, Demanufacture y Obsolete, con otros temas sueltos pero igualmente trepidantes como “Linchpin”, en un set list muy clásico orientado hacia al pasado mítico de la banda, con alguna pincelada actual pero sin que molestara demasiado. Incluso temas de sus discos más criticados como “What will Become” sonaron frescos y potentes. Dino Cazares sabe lo que los fans de la banda quieren y no se complica la vida, suelta metralla potente e industrial, maquinaria pesada adornada con algunas pinceladas vocales melódicas. La formula habitual de la fabrica del miedo. No es momento de arriesgar, sino de reinventarse siendo fieles a sí mismos y a su legado más reconocido. En ese sentido el concierto no sorprendió.

El público madrileño, que llenaba este invento llamado “La Sala del wiZinc”, unas 800 almas en un lleno sold out, se entregó en cuerpo y alma, coreando como posesos, y bailando en un ambiente de fraternidad que solo se puede entender desde la hermandad que provoca el tener una devoción así hacía una banda. Solo de esta manera se puede entender que se respondiera con una gran sonrisa a los numerosos empujones y pisotones derivados del intenso pogo en el centro de la pista. Así, cincuentones talluditos como yo fuimos dándonos de cabezazos con nuevos fans, algunos hijos e hijas de algunos como yo, en un crisol de seguidores muy variopinto pero unidos ante el gran espectáculo de los angelinos sobre el escenario. En pocos conciertos recientes he estado en un ambiente tan potente de receptividad y unión entre público y banda. La cara de satisfacción era generalizada y tanto como el cantante como la banda pasaron con nota la prueba del algodón, hay Fear Factory para rato y este nuevo impulso puede durar muchos años.


Unos minutos antes de la salida de los Angelinos tuvimos una tripleta de bandas que abrieron la exigente noche de Madrid a Fear Factory. Solo Butcher Babies pudo arrancar una reacción intensa por parte del respetable, y eso que sobre el escenario solo estaba una de las dos cantantes, Carla Harvey, ya que Heidi Shepherd estaba convaleciente en su casa por una operación. Así pues, por primera vez en décadas, Carla se dispuso a ejecutar su intenso show, de manera muy explosiva, que no se dejó granadas de mano en su arsenal, no paró, salto al público, se arrastro por cada lugar del escenario, lo dio todo hasta la extenuación, acompañada por una banda muy solida, practicando un metal muy noventero y directo, a veces más groovy, otras más duro, intercalando baladas con canciones más agresivas. Butcher Babies es orgía y desenfreno, es divertimento y energía, una gran banda que arrancó una sonora ovación a lo largo de todo su repertorio, basado sobre todo en su último disco “… Til the World’s Blind”. El foro de Madrid se lo agradeció con un sonoro aplauso al final de la actuación. Misión cumplida para Butcher Babies.

Ignea, banda ucraniana de metal melódico, ofreció antes un ritual con un sabor totalmente diferente, mucho más intimo y melódico, con muchos elementos nórdicos y paganos, combinados con unos intensos riffs de guitarra, partes electrónicas y ambientales, y con una mezcla de voces guturales y melódicas a cargo de la excelente frontman que es Helle Bohdanova. Pocas luces en el escenario para una perfomance sensual y atronadora a partes iguales, un discurso muy medido y de una ejecución muy trabajada, 10 años ya desde que esta banda apareciera en la escena de metal más melódico, que ha conseguido labrarse un cierto números de seguidores que coreaban entusiasmados en las primeras filas del concierto. Su repertorio se basó sobre todo en su último disco, “Dreams of Lands Unseen”, un trabajo delicado y profundo, oscuro y enérgico, mucho más rico en matices, del cual sobresalen sobre todo las increíbles alternancias entre las voces guturales y melódicas de Helle, como en el tema “Camera Obscura”. Una banda a seguir, no cabe duda, que convenció bastante al público congregado.
Poco podemos contar del primer grupo en tocar, los británicos Ghost of Atlantis, del que llegamos al final de la actuación ante un escaso público, pero es lo que pasa cuando empiezas a las 18:30h de la tarde, cosas que suelen pasar cuando hay paquetes de bandas en gira donde los tiempos son muy apretados. Lo que sí podemos decir es que su puesta en escena es tremendamente post apocalíptica, muy en la línea de grupos como Fields of the Nephilim, cubiertos de polvo y suciedad, ejecutando un brutal Death Metal pesado, lento y lento, casi rondando el doom. Recientemente han editado disco, su segundo trabajo, llamado “Riddles of the Sycophants” donde dan rienda suelta a historias mitológicas expuestas desde un punto de visto especialmente tenebroso y oscuro.
Realmente, todo un viaje por diversas propuestas que realmente podemos certificar como un mini festival en toda regla, algo quizá excesivo, porque aunque se agradece, todo el personal allí congregado tiene ya una edad y no puede estar 5 horas bailando pogo, chillando y gritando. De ahí que las primeras bandas tocaran ante escasos asistentes. Una noche de claro crescendo emocional, larga y muy intensa, que me dejó exhausto ante tanto calor y energía derramados. La ratonera oscura y de regular sonido que es la Sala del Wizinc se abrió al final del evento para que saliera el respetable. Los que tienen la suerte de tener pelo salieron con él encrespado, casi todos húmedos de cerveza u otras sustancias derramadas, y algunos hasta cojeaban camino al stand de las camisetas, donde destacaba esa camiseta tan chula de Fear Factory con Arnold Swarzenegger como Terminator en la primera película. Y así nos fuimos, como la resistencia saliendo de las trincheras después de cargarse a un buen lote de relucientes exoesqueletos de Skynet. Como diría el actor austriaco a John Connor, “hasta la vista, Fear Factory”.
