Crónica de CYNIC + OBSCURA (20.03.24 Barcelona)

Por Jimmy Escorpión

Recuerdo que cuando, no sin dificultades, conseguí desengancharme del hachís, allá por el ecuador de mi periplo universitario, una de las cuestiones que más me atemorizaban era haber dejado irremediablemente atrás la deliciosa intensidad de escuchar música fumado. Seguramente empujado por aquella preocupación, tratando de recuperar las potencialidades más evasivas e introspectivas del espectro sonoro, en los años siguientes comencé a dedicar a lo progresivo y experimental una parte cada vez más relevante de mi presupuesto para compra de discos. Fue en aquel contexto de morriña cannábica, del que todavía no estoy seguro de haberme curado, cuando me hice con una primera edición en CD del “Focus” de Cynic (Roadrunner, 1993).

Calculo que, para quien lo escuche hoy por primera vez, “Focus” probablemente suene obsoleto y poco equilibrado: esas caricaturescas voces robóticas con el vocoder, esos sintetizadores rimbombantes, esas letras pretendidamente esotéricas de primero de chamanismo, esa fijación onanista en una instrumentación ultratécnica, esa pulsión incontenible por complicarlo todo… Sin embargo, no ofrece discusión que hablamos de uno de los discos fundamentales en la historia del metal (y del progresivo en general), por su carácter de pionero y su indiscutible influencia. Aunque sus paisanos Atheist habían dado pasos importantes en esa dirección, Cynic llevaron la fusión de death metal, jazz y rock progresivo a un territorio por aquel entonces desconocido y, pese al atrevimiento de tal ambición artística, el resultado suena verdaderamente natural, orgánico y creíble.

De alguna manera, “Focus” creó un género en sí mismo. Y eso sólo puede decirse de pocos discos. Vale que 1993 eran tiempos de gloria para el death metal. Vale que esto era Florida, epicentro de la escena. Vale que lo grabó el Rey Midas Scott Burns en los todopoderosos estudios Morrisound. Y vale que los fundadores de la banda Paul Masvidal y Sean Reinert, habían sido reclutados anteriormente por Chuck Schuldiner para las filas de Death, de quien debieron absorber mucho – y viceversa – y con el que llegaron a grabar el maravilloso y legendario “Human” dos años antes (en realidad, ¿qué disco de Death a día de hoy no resulta maravilloso y legendario…?). Pero con todo, Cynic abrieron con determinación un camino nunca antes transitado y publicaron – con retraso de un año por huracán – un disco que a día de hoy sigue sonando cautivador y que conserva una generosa guardia de devotos, como atestiguó La Nau barcelonesa, donde el pasado miércoles se colgó el cartel de “sold out” para recibir a la banda tocar esta joya en su integridad. O al menos ese fue el motivo por el que un servidor allí se presentó.

No obstante, potentes eran también los otros atractivos que pudieron concitar a los allí congregados, pues la gira incluía también a dos bandas en auge como Cryptosis y Obscura. Desafortunadamente, no llegué a tiempo para disfrutar de los holandeses, aunque los había visto hace apenas año y medio de teloneros de Vektor y mis colegas, que el miércoles pudieron desentenderse de sus obligaciones profesionales más tempranamente, me confirmaron que volvieron a cumplir sobradamente en el escenario. A Obscura también los había visto, pero hacía 7 años ya. En esta ocasión no gozaron de un gran sonido, especialmente durante la primera mitad (igual para la segunda ya me había acostumbrado…), pero su calidad sobre las tablas queda fuera de toda duda. Además los alemanes son otra banda que desborda técnica pero sin perderle la cara a la melodía, manteniendo un inteligente equilibrio entre ambas. Tengo que hacer los deberes y profundizar más en su discografía. La verdad es que ya me lo había prometido cuando los conocí en aquella visita de 2017 pero no lo cumplí, para mi deshonra. Espero redimirme antes de la siguiente.

Y, como dice mi padre, llegamos al solomillo. A Cynic también los había visto antes (Alternavigo, agosto de 2008), durante aquella gira de reunión tras el largo hiato, con Sean Reinert, todavía vivo, tras los platos. De hecho, uno de los grandes defectos de ver a Cynic a estas alturas es que, básicamente, se ha quedado en el proyecto personal de Paul Masvidal, tras los repentinos fallecimientos de Reinert y Malone en 2020. Aunque “Masvi” (así me imagino que le llaman sus seres queridos) siempre fue el timonel y se sigue rodeando de grandes músicos (en esta ocasión incluyendo al propio Steffen Kummerer de Obscura para los guturales que hacía Toney Teegarden en el “Focus”), a nadie se le escapa que aquellos dos conformaron una de las bases rítmicas más perfectas e innovadoras de todo el panorama y que sus pérdidas son insustituibles para Cynic. En todo caso, el repertorio, que conocíamos de antemano porque no sabemos aguantar sin consultar setlist.fm, constaba de dos sets: de primero, el “Focus” entero y, de segundo, temas desde su reunión en adelante. Con esa premisa de mandarse “Focus” completo, la asistencia por nuestra parte estaba garantizada, por mucho que echemos de menos a los Seans.

A los pocos compases de “Veil of Maya” ya descubrimos que había merecido la pena. Sonido razonablemente bueno, músicos soberbios, bien ensamblados y un público, notablemente veterano, sumergido respetuosamente en el introspectivo mundo que los ocho temas de aquel mítico álbum fueron desgranando. El culmen del set, con el combo de la instrumental “Textures” y la sublime “How Could I”, desbordante de talento e imaginación, nos dejó levitando en tierras alienígenas. La pega, ciertos problemas con las programaciones obligaron a algunas pausas entre temas más prolongadas de lo deseable, que rompieron un poco el hechizo y la fluidez del show. Además de que Masvi dio las explicaciones correspondientes sin “desenchufar” el vocoder, lo cual generó el efecto cómico indeseado de un robot titubeando, en un español exótico (Masvi habló de las raíces de su familia en Cuba, pero hace tiempo que no lo debe de practicar con ellos…).

Para el segundo set, como decía, ofrecieron temas posteriores a su reunión de 2007, como una sentida versión acústica de “Integral” dedicada a los mencionados difuntos, “Cabon-Based Anatomy” del EP homónimo y un tema de cada uno de sus dos últimos largos, de 2014 y 2021. También dos de su muy reivindicable “Traced in Air” de 2008, incluyendo “Evolutionary Sleeper” como soberbio cierre. Es una etapa con vocación cada vez más progresiva y mucho menos metalera, pero creo que gozosa para el oído tolerante, en la que me pareció ver a Masvi disfrutando más, fuera de los corsés del exigente “Focus”. De hecho, abrumado por los contratiempos técnicos del primer set, profirió “no volveremos a tocar Focus nunca más”, lo cual asumo como un mero desahogo y espero que, como aquella mía, devenga en promesa incumplida, por el bien de la Humanidad. Porque fue por “Focus” que fuimos a verle y fue por “Focus” que fuimos felices, años después, ya sin tetrahidrocannabinol en sangre.

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