Por Carlos Citoler

Hablar de Hrizg es hacerlo de una de las joyas más longevas, a la par que escondidas, del Black Metal patrio.
Escondida por su idiosincrasia, ya que casi la mitad de su andadura ha consistido en un proyecto personal, perpetrado de espaldas al mundo por Erun-Dagoth, que oculto en sus mazmorras particulares se sacó de la manga, en el periodo comprendido ente 2006 y 2014, tres álbumes, iba a decir como tres soles, pero la oscuridad y la opresiva atmósfera que los rodea no me lo permite. Tres álbumes cocinados a fuego lento, como decíamos, en sus oscuras mazmorras, en los que el cántabro impregnaba de épica un Black Metal cortante y gélido.


Oaken Path of Grief abría el melón sumergiéndonos en las oscuras tierras diseñadas por el maestro J.R.R. Tolkien, y pone de manifiesto que Erun-Dagoth, lejos de ver saciada su sed de oscuridad con otros proyectos que en aquella época se llevaba entre manos, vease Crystal Moors o Briargh, todavía tenía mucho que ofrecer a la escena extrema estatal.
Anthems to Decrepitude e Individualism siguieron el camino marcado por su predecesor, añadiendo todavía más épica a la propuesta y dejando claro que la visión de Hrizg no se ceñía sola y exclusivamente a un Black Metal primigenio, frío y cortante, sino que era capaz de sacarse de la manga genialidades como Invierno–Solitude–Broken Shield, tripleta que cierra su segundo trabajo, y que demuestra que no todo está escrito, ni micho menos, en el mundo del extremo.



Frente a la llegada de nuevos tiempos, la necesidad de evolucionar musicalmente hacia nuevos horizontes y, porqué no, la posibilidad de plasmar sobre un escenario el trabajo acumulado en esos más de diez años, Hrizg muto de su origen de one-man-band a un cuarteto que en 2018 editaba Soterion, continuando por la senda antes abierta y ahondando todavía más en su particular visión del Black Metal más puro. Tras la majestuosa intro que daba la bienvenida a esta nueva era, la oscuridad a la que nos tenia acostumbrados Erun-Dagoth en solitario se multiplicaba exponencialmente en esta nueva re-encarnación del proyecto.

Movimientos de piezas dentro del seno de la banda dieron como resultado que en el momento de la salida a la luz de este Soterium, el grupo se encontrase en pleno cambio de integrantes, lo que sumado a la llegada de los tiempos oscuros, de balcones y aplausos, que estaban por venir, cortase las alas del previsible despegue definitivo del proyecto.


Lejos de tirar la toalla, durante estos casi seis años desde la salida de Soterion, las ya familiares y oscuras mazmorras de Erun-Dagoth y compañía no se mantuvieron inactivas ni mucho menos, y renacidos de las cenizas, con Varkhem como único superviviente de la formación grupal original, amén del omnipresente Erun-Dagoth, Deimos, con un historial para enmarcar dentro de la escena extrema cántabra, conformaron el trio que a principios de año nos sacó a patadas del aburrimiento con Damnatio Memoriae, una declaración de intenciones, mas directa y abrasiva si cabe que sus predecesores, y que dejaba bien a las claras que Hrizg habían vuelto más duros, más rápidos y más salvajes que nunca.
La maquinaria de directos para el cuarteto cántabro, tras el anuncio oficial de que Abathor entraba a formar parte de la banda de manera oficial en las seis cuerdas, parece que ha echado a andar, poco a poco, y las plazas más alejadas de la Tierruca ya empiezan a tener la oportunidad de disfrutar de esta leyenda cántabra, con cinco trabajos a sus espaldas, amen de compartidos y demos.
Monzón, y su Black Templar Extreme Metal Fest, seguro será una de las fechas marcadas en rojo en el calendario de Hrizg, conocen la plaza, el terreno, y saben que un cartel como el anunciado, kilométrico y repleto de grandes nombres, puede ser el espaldarazo que necesite una leyenda del underground patrio para que su nombre quede grabado a fuego en nuestra mente como, por otro lado, ya lo debería de estar tras una trayectoria como la suya.
Yo que tú ni pestañearia mientras el cuarteto se encuentra sobre las tablas montisonenses,…


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