Por Carlos Citoler
“Ellos me protegen de ti, ¿de ellos quién me va a proteger?”
Curioso que nos creamos a salvo, tras la protectora pantalla que remata todo artilugio que nos rodea, de toda esa marabunta de guerras y conflictos bélicos, para nosotros ajenos, y que contemplamos entre apenados y aliviados por encontrarnos tras la salvadora pantalla de nuestro dispositivo digital. Guerras en las que, metódicamente, a lo largo de la historia, los vencedores se han preocupado muy mucho, tras someter a los vencidos, de borrar todo rastro del pasado de estos últimos.
Cada pueblo, cada imperio, y como no, cada religión, una vez alcanzado su punto álgido de poder, que suele coincidir en el tiempo con el de menor altura moral, ha venido practicando la «sana» costumbre de acabar con el legado de los vencidos, intentando aniquilar cualquier vestigio de su existencia: destrucción de ciudades, limpiezas étnicas, y, quizás el punto más importante, intentar que su huella en la historia desaparezca. Por que si hemos reducido a cenizas un imperio, aniquilado a sus habitantes, pero dentro de 100, 1000 o eones de años, un despistado lector, descubre en un viejo y ajado manuscrito la existencia de esos vencidos, tal vez la gloria de los vencedores no sea ya tal,…
Ya desde el antiguo Egipto, pasando por Trípoli, donde hace casi mil años los cruzados iluminaron durante varias jornadas el cielo con los «perversos volúmenes que contenía», o la mítica de Alejandría, las bibliotecas han sido uno de los objetivos principales de toda fuerza invasora que se precie. El intentar borrar de un plumazo el saber acumulado durante siglos por un pueblo, en torno a un emblemático edificio, es un paso imprescindible para que éste, desorientado y atemorizado, sea fácilmente domesticado. Así de simple y efectivo. Eliminar o manipular el pasado es la mejor forma de moldear el futuro al antojo del vencedor.

Por suerte, no estamos en guerra, nadie teme sufrir un ataque mientras dormita tumbado en su cómodo sofá, a salvo tras la transparente pantalla de su dispositivo inteligente,… O tal vez si..?
… Y es que, tal vez, llámenme conspiranoico, está moderna guerra silenciosa en la que estamos envueltos se esté librando de forma inversa, con el fin de despistarnos. Quizá, en lugar de empezar por masacrarnos y esclavizarnos, para luego borrar nuestros recuerdos en enormes piras de papel y tinta, nuestro oculto invasor moderno haya optado por darle la vuelta a la ecuación, empezando por controlar nuestros recuerdos, el conocimiento adquirido durante años de errores y aciertos, poniéndolos golosamente a un golpe de clic de distancia de todos nosotros, con el oscuro propósito de, en un mañana tal vez no tan lejano, hacerlos desaparecer. O, llámame loco, de ir «modelándo» estos recuerdos y saberes, lenta y sibilinamente, a su antojo y en busca de un oculto fin. Qué forma más fácil se le podría ocurrir, por ejemplo, con el fin de evitar que en un futuro todos sigamos luchando por nuestros derechos laborales, que borrar de un plumazo, o lo que es lo mismo, desconectar el cable que nos mantiene conectados con el servidor central, en el que se guarda el archivo donde se explica que esta lucha se está librando desde que el hombre es hombre.


Llevándolo a nuestro mundo, el de la música, la posibilidad de que mañana al abajo firmante le diese por, qué se yo, llámame loco, indexar en Wikipedia la información de que Darkthrone fueron los impulsores del reguetón, o que Barbarian Swords fueron los primeros en fusionar flamenco y dance, por ejemplo, no pasaría de ser mas que una gamberrada hasta que, ponte tú en el supuesto, a la mano negra que controla las redes que nos tienen sitiados, se me ocurriese la idea de darle al botón de borrar todas las webs, aplicaciones y demás fuentes de conocimiento excepto la comentada Wikipedia. Conclusión, tras «X» años de apagón informativo, muertos y enterrados todos los que en vida supieron de las referidas bandas, las futuras generaciones venerarían a los noruegos como los precursores del zumba-zumba, y a Von Pax y los suyos como el alma de la fiesta patria. Porqué si todo el conocimiento que poseemos está contenido en una nube, el día que comience a llover, empezará nuestra sequía,…

Agazapado tras la bestial tormenta de grupos que está segunda edición del Black Templar Extreme Metal Fest nos tiene preparada, a la hora perfecta en la que el cuerpo reclama su sustento, tal vez el próximo 14 de septiembre sea una de las últimas oportunidades para que este saber «monoteísta» en el que voluntaria o inconscientemente estamos sumidos, vea peligrar su hegemonía. Oculto entre la masacre sonora a la que Barbarian Swords tienen previsto someternos, y antes de brutalidad que desprenden Omission en directo, quienes han jurado demoler el castillo templario piedra a piedra con su descarga, la presentación en sociedad de Apokálypsis, una idea, un sueño, una fantasía parida en comunidad por locos de épocas pretéritas, se llevará a cabo en la templaria cuidad de Monzón.
La labor de reunir, de rescatar, de dar cobijo a la innumerable cantidad de fanzines que a lo largo de la historia han visto la luz del sol, la mayoría de ellos a duras penas y con excesivo esfuerzo por parte de sus creadores, se antoja titánica. Volúmenes la mayoría de ellos editados sin recursos, con mucho esfuerzo, como decíamos, que en el glorioso pasado que todos tenemos en el recuerdo cabalgaban libres, previo envío de sellos, de buzón en buzón, saltando incluso fronteras y llenando de nervios las tardes de espera mientras esperábamos la llamada del cartero.
Piezas, tesoros, en las que descubrir nuevas joyas, bandas de las que nunca habías oído hablar, de países que ni siquiera sabías ubicar en un mapa. Sospechando por aquel entonces del sistema de puntuaciones y del reparto de portadas de alguna, no todas, de las revistas oficiales a las que con mayor o menor facilidad podías tener acceso en el quiosco de tu barrio, estos manojos de folios impresos en blanco y negro, grapados a duras penas, con la tinta todavía caliente, olían a realidad nada mas sacarlos del sobre, hedían a verdad. Porqué en el submundo que te presentaban no había pastel que repartir, ni portada que adquirir. Solo el amor y la locura de unos pocos que querían levantar la voz, transmitir a quien quisiese escuchar que bajo la superficial capa de las revistas a todo color, el corazón de una bestia, de mil bestias repartidas por los lugares mas inhóspitos del planeta, o incluso en los bajos de tu portal, luchaban por sobrevivir.
No puede negarse la importancia de estos fanzines, y mucho menos en la escena extrema, y tú, lector, si has llegado hasta aquí, lo sabrás mejor que yo. Y, aprovechando que está segunda edición del Black Templar contará con una potente presencia de editores y distribuidores musicales en su Feria del Disco Extremo, la idea de que Apokálypsis se dé a conocer públicamente entre los asistentes al festival es un acierto de sus creadores y de la organización del mismo.
En una escena donde nos vanagloriamos de que el producto físico es vital, y que no nos dejamos arrastrar por la inmediatez de la comida rápida digital, la idea de que en un cercano mañana, paseando por la cuidad en un día de lluvia, aquél inadaptado chaval que fuiste, y que casi has olvidado, pueda guarecerse del chaparrón en un edificio en el que, haciendo tiempo a la espera de que escampe, pueda pasear, descubrir entre altas estanterías, repletas de folios mal grapados, tinta corrida y olor a añejo, ese mismo aroma a libros de viejo que cual veneno nos inóculo el malogrado Carlos Ruiz Zafón, no tiene precio.


Si tenemos que ser sinceros, está puede ser la previa más floja que desde REA hayamos preparado para presentar las actividades de esta segunda edición del Black Templar Extreme Metal Fest, obviando datos objetivos y dando las pinceladas justas para abrir el apetito a todo aquél incauto que a las dos y media se encuentre deambulando por la capital medio cinqueña el próximo sábado 14 de septiembre, pero tal vez ahí resida la magia de la presentación en sociedad de Apokálypsis.
Hastía el hecho de que las benditas redes quiten toda la magia a cualquier actividad que se quiera realizar. Conciertos a los que acudes sabiendo al dedillo el setlist que la banda va a descargar, discos que antes de su publicación oficial ya están desfasados por filtraciones en la web, la magia devorada a dentelladas por la falsa necesidad que nos han creado de querer tenerlo todo bajo control. Bajo su control.
Por eso, la magia de descubrir, bajo el sol de justicia que se le presupone a un 14 de septiembre en Monzón, cobijados bajo la carpa de un tremendo festival, una propuesta tan mágica y a la vez tan irreal como es Apokalypsis, de la mano de sus ideólogos, la Asociación Quintessence, contando con la presencia de ese viejo bibliotecario, nuestro compañero Oswaldo (a quien tengo idealizado en el papel del señor Karl Konrad Koreander, aquel áspero y astuto librero que sibilinamente lanzó el cebo para que Bastian, y muchos de nosotros, picase el anzuelo y se sumergiese el mágico mundo de Fantasía), acompañados todos por figuras como Olga Fuentes, quien no recuerda Hell Awaits, o el mismo Jordi de Abstract Emotions, o Robert Revert del fanzine actual Grinding Yout Guts, es una ocasión irrepetible para descubrir de primera mano, sin intermediarios que filtren y clasifiquen la información, un proyecto que, por lo pronto, ilusiona y nos hace creer que no todo esta perdido.
Una cita a la que no se puede faltar, porque alimentar el espíritu es tan importante como hacerlo con el cuerpo, y Apokályptica empieza a vislumbrarse en el horizonte como un lugar de obligada peregrinación para todo aquel que se precie. Para saber donde, cuando y como, 14 de Septiembre, recinto del Black Templar Extreme Metal Fest, de dos y media a tres de la tarde, cita ineludible,…
“La realidad termina donde acaban nuestros sueños.”
