Por Txus Warlock – Fotos por Maro Black
REVIENTA LA ROCKVILLE EN LA GIRA DESPEDIDA CELEBRANDO LOS 25 AÑOS DE «FAMOUS MONSTER»
Hay noches que, aunque el calendario juegue en contra, no puedes permitirte perder. Ni siquiera un agotador lunes tras una literal “Nox Aeterna” podía ser excusa para faltar a esta cita. Como tantos otros presentes en la Sala Rockville, mi viaje con Misfits comenzó hace ya mucho, precisamente con los discos de la era Graves. De hecho, aquel «Famous Monsters» (con 25 años recién cumplidos) fué mi primer CD, la puerta de entrada a un mundo que cambiaría mi vida para siempre. Esta noche no era un simple «Saturday Night», pero merecía la pena salir de casa como si lo fuera.

La Sala Rockville acogió una noche agridulce para los amantes del Horror Punk con la que podría ser una de las últimas oportunidades de ver en directo a Michale Graves, vocalista de Misfits durante su etapa más comercial y controvertida (1995-2000). El «sold out» anticipado auguraba una velada especial, donde los fantasmas del pasado se darían cita para celebrar -y quizás despedir- el legado de una era dorada del punk rock.

Los valencianos Horrowolf fueron los encargados de romper el hielo con su punk goth. Su set, cargado de energía y actitud, ya auguraba una noche memorable, pero nadie podía imaginar la sorpresa que estaba por venir. En medio de su actuación, el propio Michale Graves subió al escenario para unirse a la banda en una electrizante versión de «Hybrid Moments», provocando la primera explosión de euforia de la noche. Este momento inesperado no solo elevó la temperatura de la sala varios grados, sino que también demostró la generosidad y cercanía de Graves con la escena local.

Los también murcianos House of Dawn demostraron ser mucho más que teloneros: eran los elegidos para acompañar a Graves durante toda su gira, un testimonio de la confianza depositada en el talento levantino. Su actuación en solitario, aunque alejada del horror punk clásico, evidenció por qué habían sido los escogidos para tan importante misión, conectando con un público que ya anticipaba su doble rol en la noche.

Como un verdadero «Descending Angel», Graves se presentó ante su público con una honestidad desarmante, admitiendo ser «apenas una sombra de lo que fue en el pasado». Estas palabras, lejos de restar valor al espectáculo, añadieron una capa de emotividad especial a lo que se anunciaba como parte de su gira de despedida. La vulnerabilidad del artista contrastaba con la energía que emanaba de una audiencia dispuesta a demostrarle que su legado permanece intacto. Respaldado por House of Dawn, la química sobre el escenario fue inmediata. La banda murciana supo capturar la esencia de cada tema, provocando un auténtico «I Turned Into a Murcian».
Graves desgranó prácticamente la totalidad de «American Psycho» y «Famous Monsters», con la única ausencia notable de «Scarecrow Man». Cada tema sonaba como un himno coreado por una audiencia que conocía cada palabra, cada pausa, cada momento. Aunque fuéramos más, en algún momento «We Are 138» reventó la energía de la sala a niveles estratosféricos, demostrando que algunas canciones son simplemente eternas.

Entre tema y tema, Graves se mostró especialmente comunicativo, compartiendo reflexiones que trascendían lo musical para adentrarse en territorio más personal. El momento culminante llegó al final, cuando utilizó «Helena» para expresar su amor por un público que le ha acompañado durante décadas, un gesto que cerró la noche con la misma emotividad con la que había comenzado.

La noche en la Sala Rockville fue un ejercicio de honestidad artística y emotividad. La colaboración con los músicos murcianos de House of Dawn como banda de apoyo demostró ser un acierto total, creando un puente perfecto entre lo internacional y lo local, entre el pasado y el presente del género.
Para muchos de los presentes, especialmente aquellos que, como yo, comenzamos nuestro viaje en el punk rock con el «Famous Monsters», la noche tuvo un sabor agridulce. Ver estas canciones interpretadas en directo por su vocalista original, en lo que podría ser una de las últimas oportunidades, en una sala abarrotada donde cada tema era coreado con pasión, fue una experiencia que trasciende la simple nostalgia para convertirse en un momento de conexión genuina entre artista y público.

Hay conciertos que son más que música, son la materialización de los sueños de aquel adolescente que un día descubrió estos discos. Esta noche fue uno de ellos, y ni siquiera el cansancio de un lunes y las más que previsibles agujetas del martes pudieron empañar la magia de ver a Graves cantando las canciones que nos cambiaron la vida.
