Por Carlos Citoler
Que mal sienta la modernidad y sus costumbres de consumo rápido a determinados géneros musicales.
Atrás quedó la sana costumbre de enfrentarse a un álbum con un solo lanzamiento adelanto, con un único caramelito de aperitivo que nos haya hecho salivar con su escucha y consiga hacernos esperar el trabajo completo con ansia.
Encontrarte camino de la tienda de discos, con tus ahorros en el bolsillo, hacerte con tu tesoro, volver a casa casi al galope, con la impresión de que todo el mundo te está mirando porque llevas contigo una gema incalculable. Llegar a casa y con cualquier excusa lanzarte de cabeza a tu cuarto, quitar el plástico proyector, pinchar el trabajo y meterte de pleno en su libreto, fotos, letras, …
Que tiempos.

Con Opia, haciéndome trampas al solitario, he querido retomar ese gusto de descubrir lo desconocido.
En los tiempos modernos, es entendible y hasta necesario que un grupo novel lance varios adelantos de su disco debut antes de que este vea la luz. La avalancha de novedades y bandas es tal que, de otra forma, sería difícil fijarse en su propuesta, por muy buena que sea, que en este caso lo es.
Hasta 3 adelantos tuvo I Welcome Thee, Eternal Sleep antes de ver a la luz. El primero de ellos, el soberbio On Death’s Door Part I, acompañado de un espectacular videoclip, es el que hizo saltar las alarmas de mi compañera Bea, que tuvo la feliz idea de ponerme sobre aviso. Bea, te debo una, te debo varias.
Dos adelantos más, cronológicamente cuadrados en fechas, tal como la Maestra Bea descubrió en la entrevista que pudimos mantener con Jorge, teclista canario de la banda, mantuvieron el nivel del single adelanto y presagiaban un trabajo soberbio.
Pero mataban la magia, o la dejaban malherida, al menos para un viejuno como el que os escribe.
Con tres de los siete temas descubiertos, ocho si contamos la intro que abre el trabajo, era demasiada información de partida, demasiada carne expuesta, por mucho que estos temas fuesen soberbios, recalcamos.
Todo el encanto, el erotismo, si se me permite, se veía diluido por el excesivo destape, necesario por otra parte en estos «fast days» que vivimos.
Por otro lado, la liturgia de acudir a la tienda de discos era una utopía, por la ausencia de éstas, trágica tendencia que día a día se confirma con el anuncio del cierre de puertas de míticas tiendas de discos de nuestro país. La única solución, acogerse a la preventa y que el bueno del cartero no se demorase mucho en la entrega. Mal menor, solución de emergencia que enfriaba la erótica sensación que supone el sumergirse en un disco que ya me estaba haciendo salivar desde la escucha de su primer adelanto,… Culpa de la banda? De los ansiosos seguidores? De los tiempos?. Sinceramente, como reza el dicho, «entre todos la mataron (a la Música), y ella sola se murió«,…



Pero vayamos al grano. No hay nada como haber dejado en el congelador, en el sentido figurado, este I Welcome There, Eternal Sleep, desde que el pasado 25 de Abril viese la luz, reposando oculto de la nociva luz y en ambiente controlado, como un buen vino, para tiempo después, cuando el sabor en boca de este buen caldo haya desaparecido de nuestras papilas gustativas, y nuestro cerebro ya no recuerde las placenteras sensaciones que nos produjo su primera degustación, volver a sumergirse en la propuesta del quinteto multinacional.
Del arte y la mágica mano de la rusa Natalia Drepina, multifacética artista que, como en este caso, donde pone las manos deja un rastro fácilmente rastreable, nos sumergimos en un trabajo delicado e hiriente a partes iguales, donde envuelto en un vestido de Doom Death con tintes goticosos, se entrelazan historias, relatos, diferentes visiones de un tema tan doloroso como inevitable: la muerte.
These Pristine Memories es la delicada intro que nos sumerge en el universo Opia, en la que Jorge es el encargado, junto a minimalistas detalles de percusión, de ponernos el pañuelo en los ojos que nos facilite agudizar el resto de sentidos y centrarnos en lo realmente importante : la música.
…que desborda fuerza y tristeza en On Death’s Door Part I, tema y videoclip que, como decíamos antes, nos puso sobre la pista de la banda (Bea, te he comentado que te debo una?).
Nada nuevo bajo el sol, matices que ya habíamos escuchado mil veces antes pero ejecutados con un mimo y una maestría soberbia. La tan típica «bella-bestia» condensada en la poderosa y a la vez etérea voz de Tereza, que sorprende de primeras con un dominio tanto de las partes agresivas como de las melancólicas más que notable, y que se mueve como sirena en el agua sobre la aterciopelada base que sus compañeros tejen para ella. La tarea a los teclados, como ya nos adelantó Jorge en la entrevista que mantuvimos con el desde esta casa, es parte fundamental del sonido de Opia, sin desmerecer la gran labor de Phoenix y Dan a las seis cuerdas, reforzando esa oscura épica que tanto nos gusta a los goticosos de corazón. Arrollador inicio que transpira la tristeza que condensa una profunda e hiriente letra, que bien vale la pena interiorizar por parte de todos aquellos que han experimentado la marcha de un ser querido, y llegar comprender cuan doloroso fue su sufrimiento, no físico sino mental, en aquellos fatídicos últimos días.
Aquí podría acabar el trabajo y la reseña, y este humilde servidor daría por bueno el tiempo y energía invertidos en descubrir a la banda, pero esto solo es el principio de la lacerante propuesta del quinteto,…
…y es que con Man Proposes, Good Disposes, de la garganta de Tereza nace la triste letanía que nos despierta del espejismo de seres invencibles en el que vivimos instalados, para derribarnos y hacernos morder el polvo de la insignificancia de nuestro ser. Delicadas cuerdas envuelven las duras realidades que la checa, en lo que fue el tercer y último single adelanto, nos lanza a la cara, recordándonos la levedad de nuestro ser. Apoyándose en una delicada base rítmica, que más que guiar, susurra, un tema que nos deja desnudos ante nuestra futilidad, y que hiere más que mil guturales y blast beat en formación. Pura y cruel realidad condensada en siete agónicos minutos.
The Fade continua con la vertiente más íntima de la banda, con una voz clara de Tereza que inevitablemente trae a mi mente el recuerdo de Heike Langhans, la diosa sudafricana que convierte en oro todo lo que toca. No por su tesitura de voz, sino por el don de hacerse dueña del tema desde su frágil y susurrante voz. Tema parido para caer en trance mientras el sexteto lo desgrana sobre las tablas en cualquier representación en vivo. Presentado como el segundo single adelanto del trabajo, nos confirmaba por aquel entonces que la propuesta de Opia no iba a estar exenta de delicada e hiriente dulzura.
Con el inicio de The Eye podemos caer en el error de creer que continuaremos sumidos en la frágil melancolía en la que su antecesor nos había sumido, pero el sexteto no tarda en darnos vuelta como a viejo calcetín para sumirnos en agresivos pasajes, de nuevo a lomos de punzantes y gruesos riffs de la pareja de hachas formada por Phoenix y Dan, mientras una preciosista batería sigue dibujando figuras en la trastienda del tema. Primer tema «nuevo», no incluido en ninguno de sus adelantos, que sabe a gloria maldita y deja claro las dificultades que encontraría la banda en escoger dichos adelantos entre tanta gema preciosa.
Porque el galope rítmico con el que comienza Days Gone By, acelerando el ritmo de la escucha, viene a confirmar que estos recién llegados a la escena goticosa traen «mierda de la buena» en la mochila. Y todavía queda el tercio final de la faena. Gruesos ritmos, marcados por una compacta percusión nos llevan en volandas sobre un tema en el q ue el bueno de Jorge no se deja amedrentar y deja sus buenas pinceladas tras los teclados.
Mismo camino atronador que sigue Silence, tras el melancólico inicio colocado a modo de trampantojo, en el que las cristalinas guitarras de su parte central apaciguan en parte la desatada furia que la checa nos arroja desde sus cuerdas vocales, mientras el sube-baja de emociones transcrito a pentagrama nos hace navegar por uno de los mejores temas del trabajo, colocado estratégicamente al final del mismo, para que la delicia de su escucha no decaiga. Eso no se hace, compañeros,…
La segunda parte del tema inicial, la culminación de la historia que nos atrajo en su día, On Death’s Door Part II, sirve de colofón al álbum retomando la triste historia de una perdida prematura, la herida que no llegó a cicatrizarse y viene a cerrar el circulo fatal. Agresividad desatada en este colofón, donde la banda pone punto y final al torbellino de emociones que I Welcome Thee, Eternal Sleep contiene. Lo dicho hasta aquí, elevado a la enésima potencia. «Grand Finale» que cierra el círculo pero no las heridas.
Mención aparte merece el apartado letrístico, en el que, trabajo físico en mano, puedes regresar a los lejanos tiempos en los que tirando de diccionario te afanabas en traducir palabra a palabra lo que tu artista había querido transmitir con la música que en ese momento sonaba de fondo en tu reproductor.
Hoy, con más años y dioptrías, con menos tiempo y paciencia, tirar de Google Traslate es una trampa permisible en este caso. Te aconsejo que, tanto si puedes disfrutar del trabajo en físico, o en su defecto, tiras de redes para poder hacerte con las líricas de I Welcome Thee, Eternal Sleep, te sumerjas en ellas y te dejes arrastrar por la crudeza de una poesía tan real como hiriente, tan sangrante como etérea, tan cruda como terriblemente dulce.

Demasiado tiempo has perdido leyendo las sandeces que ya llegan a su fin, tiempo que podrías haber invertido mejor en darle al play y dejarte arrastrar por la adicción que Opia desprende en su propuesta, pero ya que has llegado al final de estas líneas, recordarte que, como el buen vino, la música de calidad necesita su reposo, su momento adecuado, lejos de prisas y fugaces novedades, para ser disfrutada en plenitud. Y Opia con este I Welcome Thee, Eternal Sleep es claro ejemplo de ello. #SUBLIME.
