Por Scheitan
El otro día, en la fila del concierto de Blood Incantation, nos pusimos a discutir quién manda en el death técnico y progresivo actual, en búsqueda de candidatos al trono por el que pasaron bandas como Cynic, Gorguts o Atheist. Los fans de Blood Incantation defendían su atmósfera sci-fi inmersiva, y no les quito razón: Absolute Elsewhere (2024) es una bestia, pero para mí excesivo por todos lados e inferior a su anterior trabajo, con el que hubiera comprado el discurso y claudicado. Por ahí se habló de Wormed y Death como base (los reyes para mí, pero en otra dimensión no comparable) y la fuerte influencia de Weather Report o Pink Floyd. Los candidatos, ahora si comparables, fueron Blood Spore, Sallow Moth o Nucleus. Concluyendo en que Blood Incantation ahora mismo es una banda única pero que ha contado mucho con el factor «caer en gracia». Yo me agarré a Revocation, por su bagaje, equilibrio y precisión, como un koala debido a mí actitud conciliadora e integradora, e invité al resto de debatientes a darle una oportunidad como candidatos a ese trono, aunque su último trabajo no sea el más indicado para iniciarse en ellos.

New Gods, New Masters, lanzado el 26 de septiembre, es un manifiesto apocalíptico con el que Revocation celebra sus 20 años, y que contiene la ferocidad de su debut, y la sabiduría y veteranía de otros 8 largos a sus espaldas. Grabado en The Bricktop Recording Studio (Boston, su ciudad natal), New Gods, es un tapiz de death/thrash progresivo de 45 minutos que vuela como un EP, gracias a nueve temas en los que priorizan grooves y riffs infecciosos sobre devaneos soporíferos. Es menos pretencioso que Netherheaven (2022), el disco oscuro que, como croniqué en su brutal paso por Madrid (Sala Copernico, 7/02/23), nos enamoró con joyas como “Nihilistic Violence”. Comparado con la crudeza de Great Is Our Sin (2016) o el thrash juguetón de The Outer Ones (2018), New Gods es más feucho y encabronado, evocando la visceralidad de Existence Is Futile (2009) pero con la madurez pulida de 20 añazos y un punto de frescura.

Frescura y dirección con anteojeras que pueden venir de la adhesión de Harry Lannon (rítmica) y Alex Weber (bajo). Especialmente Weber, que aporta contundencia extra. Lannon lo tiene más complicado para brillar al lado de un maestro como Davidson. Y Ash Pearson que sigue reafirmándose como uno de los mejores batacas del subgénero. También contiene colaboraciones, como suelen acostumbrar en los últimos años, por parte de Jonny Davy de Job for a Cowboy, Travis Ryan de Cattle Decapitation, Luc Lemay de Gorguts, y el jazzero Gilad Hekselman, con los que se van añadiendo capas sin relleno ni elementos redundantes. No como otros…
Líricamente, es uno de sus trabajos más afilados, con un nihilismo que disecciona el colapso moderno, reemplazando dioses «caducos» por ídolos digitales. Singles como “Cronenberged”, para mi buque insignia del álbum (por mi debilidad por Cronenberg) que versa sobre experimentos con animales y biohacking en clave brutal; o “Sarcophagi of the Soul” con ese riffeo/fraseo que se clava como una daga al igual que nuestra adicción al puto móvil de la que trata; o “Confines of Infinity” (con Ryan) explora esos vacios existenciales, más frecuentes de lo habitual (especialmente en esta época del año) a puro golpe; y el épico “Buried Epoch” que contiene siete minutos, como no podía ser de otra manera, con Lemay, y que cierra con un miasma lovecraftiano descomunal.
Es un paso, no tengo claro si hacia adelante o hacia detrás, en comparación con el caos cósmico de Netherheaven, el pecado bíblico de Great Is Our Sin y menos laberíntico que Deathless (2014), pero en el que cada riff tiene un firme propósito. Lo que si que tengo claro es que Davidson, sabiamente baja un peldaño en lo relativo a lo serpenteante de su estilo y consigue transmitir con la nueva formación una solidez enfocada en lo sombrío, aumentando la calidad emocional y expresiva compactando perfectamente la tormenta de ideas que pare cada vez que se pone a componer, ayudándonos a sus seguidores a no necesitar un doctorado para engancharnos a gozar de su propuesta.
Es un disco batible sí, con muchos aciertos también, pero no sé si tantos como para ganar un debate en una fila de un concierto de Blood Incantation, debido a la ventaja (por los motivos que sean) de los de Denver, además de la distancia estilística hoy en día entre ambos, al igual que entre Blood Incantation y el Death Metal técnico. Nos vemos en la fila el 7 de febrero en Barcelona (Salamandra) y el 8 de febrero en Madrid.

